6.7.11

Al final del Abismo

 Tropezé sin ver la misma piedra con la que había caído

Encontrarse con el camino inevitable pero tener las esperanzas de que los hechos puedan dar diferentes resultados, eso está mal. Es un consejo o una enseñanza que aprendí recién hoy al notar el poco grado de seriedad y de confianza que uno le puede otorgar a las situaciones, a los secretos y a las personas. Uno, empezando por mí mismo, debería ser más cauteloso con las relaciones y con mi forma de ser, sobre todo cuando estás rodeado se sizaña.

Este tipo de encuentros o de desafíos también sacan lo mejor de las personas y lo peor por igual. Son fogonazos de personalidades y tumbas con decisiones dentro, importantes y otras tan no graves. Sin embargo cuando se trata de uno, siempre es fundamental las variables. La gente escoge una, ni buena ni mala, cada cosa lleva a la otra y en cada camino yace un destino aguardando encendido.

Estoy a mitad del riesgo, a mitad del problemón. En plena tormenta, es cuando la guerra aún no comienza pero sentimos el rigor del enemigo a nuestras espaldas, es eso lo que nos atemoriza y nos paraliza. Y es eso lo que nos mata. Nunca deberíamos tener miedo porque los verdaderos ocasos están fuera, hay que conservar y romper límites, cabalgar en contra del viento y la corriente. Vencer miedos y solo así ser victoriosos, no solo con todos sino que -sobretodo- con uno mismo.

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